martes, 16 de diciembre de 2008

Nostalgia de Kafka

Los momentos más importantes de los relatos de Kafka son los despertares. En esos momentos de entresueño suceden los acontecimientos y los descubrimientos que determinan la vida de los personajes: levantarse y descubrirse parásito, levantarse y no saber el propio destino... La luz pálida que ilumina el mundo en el momento del despertar deja ver formas que ni la oscuridad ni la luz del día permiten adivinar. Te despiertas del sueño de ser rico y descubres qué idiotas te han estado dirigiendo la vida: piratas que no habrían tenido opción entre los piratas malayos llegan a capitostes de Wall Street, medio alcohólicos acomplejados a presidentes del imperio, intelectuales pequeño burgueses amantes de las zapatillas de Prada a Papas. Heidegger, Adorno, Horkheimer, antes Weber, estaban aterrorizados de la abrumadora eficiencia e inevitabilidad histórica de la razón instrumental. Ingenuos optimistas. He aquí un maravilloso ejemplo de la jaula de hierro de la eficiencia ingenieril: los nazis probaron con éxito las V-2 en 1942. En 1944 se lanzó la primera y a veinte al día, al final de la guerra se habían construido seis mil proyectiles. Las V-2 causaron unas cinco mil bajas, pero para producirlas murieron diez mil obreros esclavos. Dos muertos para construir una, un muerto por bomba. Las V-2 costaron unos quimientos millones de dólares, un cuarto de la bomba atómica. Produjeron un daño similar a lo que era un raid normal de una noche de los aliados. En vez de ellas, podrían haber construido veinticuatro mil bombarderos normales. Es la eficiencia militar. Alguien diría, es un ejemplo de la locura de los nazis: no, es un ejemplo de la burocrática eficiencia de los nazis. En el lado contrario las cosas no fueron mejor: la doctrina de que los bombardeos producirían el colapso de la economía alemana fue establecida en Ingaterra unos años antes de la guerra. Se calcularon cuántos obreros morirían bombardeando los barrios populares (se pensaba que bombardear los residenciales no era rentable, por la abundancia de jardines). Se descargaron millones de bombas sobre Alemania y dos bombas atómicas sobre Japón. Sin embargo el impacto sobre el tejido industrial alemán y japonés no sólo no fue el esperado, sino que como demostró la posguerra, había sobrevivido casi todo lo sustancial. La tesis del bombardeo masivo quedó como una verdad inapelable: Estados Unidos bombardeó masivamente Corea, y perdió la guerra; bombardeó masivamente Vietnam, y perdió la guerra; bombardeó masivamente Irak y... Estos y otros muchos abrumadores datos los cuenta David Edgerton en un intrigante libro The Shock of the Old, en el que se atreve a poner en duda el axioma de los axiomas: lo nuevo es riqueza, progreso, anticipación. Muestra cómo las nuevas tecnologías apenas tienen impacto económico real; cómo la era del carbón fue el siglo XX, sobre todo a partir de 1950; cómo la economía se sostiene sobre lo viejo y cómo la re-ingenierización (tomo el término de los manuales de economía) es casi siempre ruinosa. Me recuerda otro delicioso libro que publicó Anagrama hace años aunque por razones obvias no se hizo muy famoso: La incompetencia militar. Contaba (estaba escrito por un general inglés, los únicos liberales que se permiten esas licencias) cómo las batallas se han decidido históricamenta a pesar de los locos, borrachos y pendencieros que las dirigían. Guerra y Paz sostuvo sin tanta claridad una tesis parecida. Lo que es cierto de lo militar lo es mucho más de lo económico y aún más de lo político. Nos estamos despertando y en estas entreluces se nos revela el perfil de los héroes de nuestro tiempo. Dios mío, ojalá fuésemos cucarachas.

5 comentarios:

  1. Gracias, MªJesús, anima el saberse oído/leído.

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  2. En general me gusta mucho tu forma de escribir (sobre todo cuando huyes de ciertas oscuridades), pero últimamente te estas superando cada día.

    Roberto

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